Samsung Gear VR, Oculus Rift, HTC Vive o Playstation VR son algunos de los productos de moda del momento. Gafas preparadas para la prometedora realidad virtual que no deja de generar curiosidad entre usuarios e industria. Pero ¿Qué hay de la seguridad?
Hablar de realidad virtual no es sinónimo de seguridad. Al menos por el momento. Tanto es así que la última versión de las Oculus Rift, ya en el mercado, evita responsabilizarse de los problemas generados por la falta de protección comentando en su política de privacidad:
«La seguridad de ninguna transmisión de datos o almacenamiento se puede garantizar al 100%. Pese a esforzarnos en mantener la información segura, no podemos garantizar que algunos datos se escapen de nuestro servicio por lo que no podemos ser responsables del robo, destrucción o divulgación inadvertida de información».
De esta forma, la compañía comprada por Facebook se «lava las manos» frente a la pérdida o robo de información que provenga de sus gafas de realidad virtual. Una declaración por la que otras empresas fueron criticadas en el pasado, sobre todo, a raíz de ataques.
Los wearables tiene un reto
Al igual que los smartwatches que ya están en la calle con comprobadas brechas de seguridad, las gafas virtuales no escapan a esta situación. Es cierto que todavía no ha habido casos serios, pero a medida que la realidad virtual se consolide, también lo harán los peligros.
Estamos ante una tecnología que acaba de llegar sin casi contenidos ni usuarios. Quizás por ello, todavía no es un foco de atención para los cibercriminales en el presente. Sin embargo, si las expectativas de nicho de mercado se cumplen, muy pronto lo será.
Desarrollar un entorno de realidad virtual seguro es el próximo reto de fabricantes, proveedores de servicios y canal. Un espacio donde tanto los dispositivos como las aplicaciones o las conexiones estén securizadas para, al menos, evitar los males más frecuentes. El resto necesitará de supervisión y planificación para minimizar los daños.
