Puede que un vendedor tradicional se eche las manos a la cabeza al oír hablar de la compraventa de artículos de segunda mano, sin embargo es un práctica cada vez más habitual entre los españoles. Un sondeo de Nominalia establece que el 44% de los consumidores en nuestro país las utilizan. Entonces ¿por qué no vender por este canal?
El nacimiento y penetración de aplicaciones móviles como Wallapop, Vibbo o Chicfy ha impulsado la compraventa. Un espacio en el que el 44% de los consumidores españoles se gastaron más de 100 euros en 2016 y el 26% reconoce que el gasto estuvo entre 50 y 100 euros.
Entre los productos más solicitados están los videojuegos y productos de electrónica de consumo en general. Un argumento más para iniciarse en este canal donde todavía hay muy pocas empresas pero si muchos potenciales clientes. Lo comenta David Costa, country manager de Nominalia:
«La presencia en Internet de las pequeñas y medianas empresas en nuestro país es todavía muy poco significativa, sobre todo si nos comparamos con otros mercados europeos o con Estados Unidos. A pesar de ello, resulta una herramienta fundamental en la concepción de casi cualquier tipo de negocio».
Compraventa de segunda mano ¿por qué no?
Pensar que eso de las aplicaciones móviles de compraventa de segunda mano no es para un negocio como en nuestro puede ser un craso error. La venta por estos canales cada vez es más frecuente no solo de producto sino también de servicios. Entonces ¿probamos?
Registrarse y experimentar en aplicaciones de compraventa puede ser una experiencia profesional. En Vibbo por ejemplo se puede acceder como una cuenta empresarial mientras que en Wallapop no dan opciones, aunque si es cierto que hay tiendas que utilizan la plataforma como tal. En cualquier caso, apuntarse es el primer paso.
A partir de ahí podemos aprovechar aquel inventario anticuado que no le damos salida, utilizar las aplicaciones para dar más repercusión a las promociones o directamente mostrar lo último que llega a la tienda en forma de producto o servicio.
Lo máximo que puede pasar es que no consigamos los objetivos deseados, en cuanto a ventas o alcance, pero seguramente aprendamos por el camino y entendamos como interactúan las nuevas generaciones y qué buscan los nuevos clientes. Un aprendizaje, en cualquier caso.