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El impacto medioambiental de la IA, en el punto de mira

Tanto empresas como gobiernos de todo el mundo se han marcado 2050 como la fecha límite para alcanzar las emisiones netas cero y combatir la crisis climática. Las innovaciones tecnológicas, entre las que se encuentra la IA, pueden contribuir sustancialmente a alcanzar dichos objetivos sostenibles de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

No obstante, son muchas las voces de expertos que aseguran que la IA es realmente opaca y que deja numerosas incógnitas por resolver con respecto a su poder contaminante.

A día de hoy, es imposible determinar la huella medioambiental real que ocasiona, aunque el objetivo no es otro que encontrar un equilibrio entre las posibilidades que ofrecen y los efectos ambientales negativos que provocan.

Según el informe ‘How AI Can Be a Powerful Tool in the Fight Against’ de AI for the Planet Alliance y BCG GAMMA, se determina que el 87% de los directivos con responsabilidad en sostenibilidad relacionados con IA, considera que ésta es un activo valioso en la lucha contra el cambio climático.

Muchos expertos coinciden en que las empresas desarrolladoras de IA presentan un gran hermetismo y una gran negatividad para implantar políticas sostenibles. El objetivo de España, tal y como adelantó en abril Pedro Sánchez, no es otro que liderar un proyecto europeo sobre IA.

Las TIC produjeron en 2021 entre el 1,8% y el 3,9% de las emisiones mundiales de carbono.

La Asociación de Maquinaria Computacional (ACM) elaboró en 2021 una investigación en el que analizaba esta problemática y concluía que la informática puede ayudar a mitigar el cambio climático, pero primero debe dejar de contribuir a él. En el estudio se concluye que las TIC produjeron en 2021 entre el 1,8% y el 3,9% de las emisiones mundiales de carbono, un dato revelador si se compara con el 2,5% de emisiones producido por el sector de la aviación. Además, los centros de datos consumieron el 3% del suministro de energía mundial, el doble que hace una década.

Es cierto que ni la IA ni el aprendizaje automático emiten carbono por sí mismos, pero precisan de energía para impulsar la infraestructura que sí emite elementos contaminantes. En un estudio formulado por la Universidad de Cornell (EEUU) en 2021, se estimó que el entrenamiento de Chat GPT-3 de OpenAI consumió unos 1.287 megavatios por hora y generó más de 550 toneladas de dióxido de carbono.

El consumo de agua

Otro aspecto que preocupa con respecto a las tecnologías de vanguardia y la IA es la explotación de los recursos hídricos del planeta. Sin ir más lejos, el entrenamiento de GPT-3 en los centros de datos de Microsoft consume una media de 700.000 litros de agua dulce limpia, una cifra superior si se acomete en los centros de datos asiáticos de la compañía.

Hay que tener en cuenta que para generar un kilovatio de electricidad con carbón o combustible nuclear se precisa de unos 56 litros de agua, siendo en el 57% de los casos agua potable.

Estas conclusiones se extraen de una investigación llevada a cabo por la Universidad de Riverdale de California y la Universidad de Arlington de Texas. Sin duda, realmente alarmantes frente a los períodos de pertinaz sequía que están afrontando numerosos países en todo el mundo, como España.

¿Cuál es la solución?

El horizonte se presenta como paradigmático, pues estas tecnologías requieren de energía para su producción, funcionamiento y reciclaje, de tal modo que la demanda no cesa en ningún momento. De hecho, la IA aumentó su sobrecarga computacional en unas 300.000 veces más entre 2012 y 2018, duplicándose cada pocos meses a un ritmo frenético.

Para la reducción del consumo de agua por parte de los centros de datos, la solución pasa por reducir el consumo de energía

Por su parte, el Parlamento Británico emitió otro informe en el que concluía que los centros de datos precisan de una proporción importante de energía para enfriar los equipos, siendo la solución la reducción del tamaño de dichos centros operativos y la construcción de estas nuevas infraestructuras en climas más fríos.

En cuanto a la reducción del consumo de agua por parte de los centros de datos, la solución pasa por reducir el consumo de energía. Y es que según una investigación e Data Center Frontier, los centros de datos de EEUU consumen al año casi 700.000.000.000 litros de agua para refrigerar sus equipos.

Una concienciación por parte de los directivos y empleados de las compañías se convierte en la principal solución, ya que actualmente solo el 40% de las organizaciones considera que el uso de la IA puede repercutir en la consecución de los objetivos climáticos.

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